Hoy es el Dia del Trabajador, como cada año en esta fecha. Pero este año se me plantea un papel un poco diferente porque es algo en lo que suelo pensar a menudo, e incluso muchas veces (demasiadas, diría yo) me crea cierto malestar y angustia. Y es que trabajar en casa también es trabajar.
Hace 2 años que perdí mi trabajo, querían trasladarme a Madrid (a casi 400 km de mi casa) estando yo con jornada reducida por cuidado de menor (de mi hija de 1 año, por aquel entonces sólo estaba Nadia). Sólo era una artimaña de la empresa para deshacerse de mi departamento, pero no me extenderé en el tema. Simplemente me quedé sin trabajo.
No era el trabajo de mis sueños, ni el anterior tampoco lo había sido, y estaba ya muy cansada de sentirme tan infravalorada en trabajos que no me hacían feliz en absoluto. Decidí entonces que quizás era un buen momento para montarme yo algo por mi cuenta desde casa y así poderme dedicar a mi pequeña. Además teníamos muy claro que queríamos ampliar la família, que, a priori, puede no parecer una buena idea estando yo en el paro, pero entonces, ¿qué empresa me iba a querer si me quedaba embarazada al poco de entrar? Quizás mi situación laboral un año después tampoco sería muy diferente viendo la situación del mercado laboral. Con una hija todo cambiaba, y no estaba dispuesta a gastar lo poco que ganaría trabajando a media jornada en pagar a otra persona para cuidar de mi hija.
«Con una hija todo cambiaba, y no estaba dispuesta a gastar lo poco que ganaría trabajando a media jornada en pagar a otra persona para cuidar de mi hija«
Así que decidí probar suerte y empezar con mi tienda online, en la página que ahora navegas. Mientras también hacía alguna que otra sesión de reflexología podal o reiki. Empecé con los diseños de camisetas, y poco a poco también puse artículos hechos por mí a ganchillo. Para abreviar y que esto no parezca un diario personal, te diré que los comienzos son duros, y más si no tienes demasiado tiempo para dedicarle. Estar al cuidado de un bebé las 24 horas del día no te deja muchas horas libres y mi pareja está todo el día fuera por trabajo. Así que digamos que mi pequeño proyecto, aunque me dá algo, no acaba de despegar como a mi me gustaría.
Hoy, Día del Trabajador, se me remueve todo esto y me hace reflexionar. Yo nunca me vi siendo ama de casa, no me imaginaba a mí misma sin un trabajo al que acudir, cuidando de la casa, de las niñas… Pero la vida (y mis decisiones) me han puesto aquí.
Ahora cuido 24/7 de una niña de 3 años y una bebé de 10 meses, hago las tareas del hogar, los desayunos, comidas, meriendas (la cena la hace mi pareja), limpio, recojo, pongo lavadoras, juego con las peques, las baño, vamos al parque a jugar, leemos cuentos… Cuando llega mi pareja a casa y acuesto a la pequeña corro a encender el ordenador y ponerme a revisar la tienda, los pedidos, escribir posts, actualizar redes sociales, etc. Y todo lo intento hacer con la mejor de las sonrisas porque ellas no se merecen otra cosa.
¿Todo esto lo podría hacer trabajando fuera de casa? Pues no, muchas de esas cosas las tendría que hacer otra persona por mí. Pero otras muchas las haría yo aun trabajando fuera de casa.
Creo que nos juzgamos demasiado los unos a los otros, pero sobre todo, creo que nos juzgamos mucho a nosotras mismas. Sé que hago lo que puedo, pero siento en mis espaldas esa presión social que me empuja al mercado laboral, que sin eso no soy nada y jamás tendré un reconocimiento por estos años en los que he trabajado pero no he cobrado, ni he cotizado.
«Sé que hago lo que puedo, pero siento en mis espaldas esa presión social que me empuja al mercado laboral«
Años en los que me he entregado en cuerpo y alma, y nunca mejor dicho, porque he gestado dos vidas, he parido dos veces, he criado (y estoy criando) a dos criaturas, amamantándolas, sosteniéndolas, estando presente para ellas, dándoles amor y cariño. Y además llevando sobre mí el peso de no estar haciendo suficiente porque no estoy trabajando fuera de casa y otras madres sí lo hacen y pueden.
La sociedad a veces es muy injusta y te señala. El sistema te invisibiliza y te hace creer que es sólo tu problema, con suerte te cae alguna ayuda (que luego te quitan por otro lado), y ya puedes sentirte afortunada y darles las gracias. Pero la más injusta a veces es nuestra mente, ese síndrome de la impostora que aparece cuando menos lo necesitas.
Nos han hecho creer que como hemos decidido tener hijos no tenemos derecho a quejarnos, a pedir ayuda, quieren que creamos que si no trabajamos (fuera de casa) es porque no queremos. Pero no, ya está bien. Soy madre, trabajo 24/7 cuidando y criando, haciendo que mi casa sea un lugar limpio y cómodo en el que estar. No tengo días libres ningún día del año. Saco ratos libres los fines de semana cuando está mi pareja en casa. Me siento pagada viendo crecer felices a mis hijas, eso me hace feliz. Sé que estar así de presente para ellas es un regalo, tanto para ellas como para mí que podré decir que he exprimido cada momento. Pero también es necesario que esto se vea desde fuera.
Hay mujeres que se sienten cómodas en el papel de ama de casa (aunque no me gusta mucho esa denominación). Pero cuando eso no te pasa, e intentas, como yo, sacar un negocio adelante con todo el peso de la casa y de la sociedad, se hace doblemente duro.
Así que si tú que me lees estás en esa misma situación, te mando un abrazo muy fuerte. No perdamos de vista el objetivo que nos mueve y mientras visibilicemos y demos voz a estas situaciones que también existen. Ser madre es de las cosas más bonitas de la vida, sólo necesitamos una tribu sólida detrás que nos dé una palmadita en la espalda de vez en cuando y nos empuje de nuevo hacia delante.
Un abrazo y gracias por haber llegado hasta aquí.
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